Nadie duda de la conveniencia de poner límites; pero limite no es lo mismo que castigo. El límite educa, construye, otorga seguridad interna y externa, el castigo por el contrario destruye, afectando la autoimagen del niño.
Para los niños y adolescentes, el mundo es, un lugar misterioso, desconocido, cargado de aventuras, donde todo es nuevo y debe ser explorado. Vienen a la vida con un doble sentimiento de ansia por conocer lo nuevo; y un inevitable temor a lo desconocido. Por lo tanto, deben ser guiados, con claros limites, para transitarlo y vivirlo, sin temores.
Cerremos por un instante los ojos e imaginemos que vamos andando en nuestro auto, en plena noche, por una ruta despoblada y sin líneas que nos indiquen el camino. ¿Qué sentiríamos? Seguramente miedo entre otros muchos sentimientos, ahora bien, imaginemos que alguien pinta esas líneas en la ruta ¿No nos sentiríamos más seguros a pesar de la oscuridad? Eso mismo otorgan los límites a los chicos, seguridad, que permite que caminen por la vida con confianza y tranquilidad, seguridad que con el tiempo se transforma en autoconfianza y autocuidado.
Cuando ponemos limites solemos bascular entre el autoritarismo (yo te marco el camino) y la permisividad (sigue tu camino y en algún punto quizá nos encontremos).
El rigor los llena de resentimiento y los hace hipócritas, entonces los niños y jóvenes se alejan de sus adultos, se encierran, quedando muy solos en edades como la adolescencia por ejemplo, en que el sentimiento de soledad con respecto de la familia, no solo es triste sino que peligroso.
La permisividad, como los deja a su antojo, no conocen lo que es la contención, ni el esfuerzo, y por ende también se sienten solos y a la deriva.
Lo que se debe tratar es de encontrar un punto intermedio entre ambos, manejarse con sensatez y firmeza, con paciencia y comprensión, esto implica disciplina por parte del propio progenitor, no se puede imponer disciplina cuando los papas son incoherentes e indisciplinados (educar con el ejemplo, que de ambos padres llegue y se filtre el mismo mensaje, la misma regla a sus hijos).
La firmeza brinda a los jóvenes una formación solida para enfrentar el porvenir, prepara a nuestros hijos para desarrollarse y desenvolverse en el mundo de una manera saludable y eficaz.
Para que nuestros hijos reciban una educación firme aceptándola como medio de reafirmación y no como una seguidilla de prohibiciones insensatas, hay que mostrar una gran disponibilidad. Esto no tiene que ver con la cantidad de tiempo sino con la calidad del mismo.